marzo 05, 2007

CONVERSACIONES CON DON GERMÁN


Mis estimados desertícolas, hay alguien con quien he compartido buenas horas de conversación. Se trata de don Germán, una buena persona aunque tiene sus detractores como todos alguna vez. Un viejo me dijo un día, No me gusta este huevón, refiriéndose al mismísimo Don Germán. Yo creo que a los atacameños más duros no les gusta la actitud que tiene con nosotros los afuerinos.
Él es muchas cosas a la vez, aparte de sus oficios de campesino, hace de Yatiri (chamán para los Lickanantay) de hecho el estuvo a cargo del pago a l tierra que hicimos en la tienda, pero por sobretodo es un artista popular. “Cantor y coplero” como lo definió un músico en el periódico local.
En una serie de entregas intentaré reproducir estas conversaciones que son de gran interés.

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EL DATO

Venía don Germán algo acelerado y dijo. Se murió mi compadre. No me diga. Sí, pero estaba listo ya. Lo lamento don Germán. Ya, pero ando medio preocupao. Por qué. Porque este huevón tenía mi edad pues. Y cuánto sería eso. Siete siete. Es la manera que don Germán tiene para rebajar el peso de los años. Chucha, estaba joven todavía su compadre, le digo para alentarlo. Siete siete, repite con un poco de tristeza y pregunta, cómo está el “dato”. Luego se va cojeando con una bolsa que parece llevar dentro otras bolsas. Así es don Germán.

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EL CURA LE´PAIGE

Ese huevón era bien fresco, me dice del finado cura al tiempo que me ofrece un poco de malta. Era muy desgraciao ese chuchesumadre. Por qué don Germán. Le gustaba el oro al padrecito. No le puedo creer, le digo a pesar de que estoy enterado. Mira, había unas platas que CARITAS CHILE donaba para la sobrevivencia de la comunidad. Don Germán se sienta con dificultad en la entrada de la tienda, viene medio “pasado”. Entonces el padre decía en la misa que había que pasarle cosas para venderlas y comprar comida o para hacer tal o cual cosa. Hay otros viejos que les tocó ser monaguillos y cuentan que les tocaba hacer las recolecciones y que veían, cuando pasaban con las bolsas, cómo la comunidad entregaba sus objetos de oro heredados de sus ancestros y que siempre les ha sido codiciado. Por ejemplo, se ha encontrado entierros con indumentaria chamánica y se dice, cuando se rinde cuenta: “dos Keros (vasos ceremoniales), un brazalete y un plato”, pero un atacameño viejo se da cuenta que eso no puede ser porque conoce que el cacique usaba doce vasos de oro y otra tanta cantidad de brazaletes y adornos que necesita para sus distintos rituales y ceremonias. La costumbre de esconder su indumentaria nace de la codicia que generaban esas pertenencias desde la llegada de los españoles. La pérdida de las tradiciones y la muerte de los caciques hicieron que estos tesoros quedaran enterrados para siempre. El respeto de la comunidad los protegió con su silencio. El curita, continúa don Germán, decía que iba a cambiar las donaciones por víveres, algunas fonolas, madera, etc. Pero luego nos enterábamos que esas cosas las había donado CARITAS y qué pasó entonces con el orito, qué hacía con él, don Germán se ríe, era bien vivaracho el padrecito. Se pasó el cura don Germán. Eso no es ná, las campanas de la iglesia las mandó a fondear. Debo contarles, mis desertícolas lectores, que las campanas originales de las iglesias de San Pedro y Toconao eran de oro macizo. Se escuchaban de le-e-e-e-e-ejos, me dice y aprieta los párpados simulando un dolor insoportable, cuando llamaban a misa porque el oro suena mejor pues. Y por qué las fondeó el padre. Las mandó a sacar porque decía el hueón que había que protegerlas de los bandidos que se las podían pelar. Sabemos, queridos lectores, que el padre mandó a hacer unas réplicas de bronce a las fundiciones de Chuquicamata y que esas son las campanas que hoy están en las respectivas iglesias. El problema, don Germán nunca me llama por mi nombre, es que las campanitas de oro no están en ninguna parte. Por Dios el cura fresco. Fresco el desgraciao, pero tengo una sospecha de lo que pasó, por lo menos con la campanita de San Pedro, pero eso es otro cuento. Claramente, don Germán no quiere compartir la suspicacia. Debe haber mucha gente que le tiene rabia al finado, le digo pero como preguntando. Claro pero también le prenden velas algunos. Pero si era muy sinvergüenza. Si, pero también hacía favores, no de su bolsillo porque el padrecito era bien cagao. Me río y lo hago reír por contagio. Les pagaba estudios a unos cabros que ahora debieran estarle agradecidos. Eso por lo menos era una buena obra don Germán. Si, es que debe haberlo güeviao la conciencia pues, con todo lo que se robó el sinvergüenza. Bueno don Germán, es hora de irme pa´ la casa. Ya pues, voy a matar esta maltita y hasta la próxima. Don Germán, mas pasado que cuando llegó, se despide con un apretón de manos mucho más largo de lo que uno está acostumbrado. Costumbre de don Germán.

La foto es una primicia, se la tomó Carmen Gloria a don Germán y pertenece a una muestra que se montará a mediados de Marzo. Está con su tambor cantando coplas en las minas de sal.

Hasta la próxima entrega.

diciembre 24, 2006

NUEVO RINCÓN DE ETNORELATOS



AD HABITVM D´ANTIQUA HUMANUM

Históricamente, San Pedro de Atacama ha sido lugar de encuentro de culturas y civilizaciones diversas. Dichos “encuentros” muchas veces han sido violentos como lo fue la dominación Inca y la Conquista española. Ambos hechos, demasiado conocidos.
Otras influencias como la de Tiahuanaco, Alto del Loa y en general las culturas alto andinas han marcado hábitos importantes durante el proceso de asentamiento de la cultura atacameña –ejemplo de ello es el consumo de Cebil, traído desde lo que ahora es Jujuy, el cual era inhalado en “tabletas de rapé” con imágenes alucinógenas y de diseños Tiahuanaco o el hábito de “mambear” Coca- siendo éstas determinantes en algunos rasgos del SER atacameño.
Sorprende hoy, el hermetismo de la sociedad atacameña si uno no conoce el pasado de este pueblo. Los abuelos “del interior” niegan ante los estudiosos el Ckunza (nombre de su dialecto que significa“nuestro”) aunque secretamente sean las últimas personas que conocen parte del vocabulario Lickanantai. Niegan su pasado y todas sus vivencias son consideradas “íntimas”, eso significa aquí esconder su historia personal de la mirada afuerina. Es muy difícil acceder a su mundo pues están marcados por una profunda desconfianza hacia el que no es Lickan (pueblo). En este lugar el desierto no sólo conserva las momias enterradas por los antiguos “en el vientre oscuro y fresco de una vasija de barro” también se conservan las historias de mierda, las vírgenes paganas y el secreto profundo de un pueblo demasiado aislado para ser tan conectado con influencias de distintas partes.
En esta novedosa columna compartiremos las distintas experiencias que tienen que ver con el asombro y el intercambio, las resistencias y el sentido de autoconservación, las tendencias momificantes, el avecindamiento. Habrá bibliografía pero también voces vivas y esto por mínima justicia al sentido de realidad ya que aquí todavía la tradición oral compite con la palabra escrita y a veces hasta gana.
El desierto cambia a las personas –de allí la metáfora de los evangelios- nos vuelve extraños, nos invita a desprendernos y nos perdona solamente el hueso y “date por satisfecho”. Nos convierte rápidamente en piezas mudas de arqueología.
Investido como “desertícola phill” intento descubrir mis propias motivaciones sin embargo, esos aspectos quedarán sellados en estas entregas, por piedad a ustedes.